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Historia

El Hospital se fundó a fines del año 1929 para la atención de pacientes que  vivían en la zona. El Hospital antiguo contaba con una estructura de madera, sin ir más lejos, era un edificio desprovisto de los requerimientos necesarios para ejercer la práctica médica, sin embargo ante la necesidad y emergencia la medicina sí existía. Si bien era un edificio que según lo proyectado en su inicio (1929) no se encontraba terminado, en la crónica “Chile Austral” es posible apoyar ésta idea: “La Construcción es de madera con cimientos de concreto y techumbre de fierro galvanizado. Es urgente la terminación del edificio conforme al plano primitivo y su dotación de elementos mínimos que puedan darle el carácter, de pequeño hospital regional, que debiera tener, dado el aislamiento con el resto del País, a tres días de navegación de Puerto Montt en Barcos, que hacen la carrera dos veces por semana”

La edificación del Hospital de Aysén era un tema a mejorar sobre todo en la dotación de más espacios para construir Pabellones y salas, con especial preocupación para niños y lactantes. Sin embargo también tenía un lado que sumaba. Sin lugar a dudas, con la llegada de las religiosas Siervas de María el aspecto y administración al interior del recinto cambió positivamente. Así lo señala el doctor González en su libro, quien describe la “Pulcritud”, y “Perfección” de los espacios, los cuales denotaban el trabajo riguroso y preocupado de las religiosas quienes dieron al Hospital una cara mejorada, Limpia y organizada. El edificio del Hospital concitó distintos eventos. Uno de los más importantes fue la ola de viento y temporales de 1966 la que provocó desbordes de Ríos y Arroyos, sin embargo el Hospital resistió exitosamente.

Las Primeras Siervas de María y El Hospital de Aysén “Enseguida que se les permitió abandonar el barco Colo Colo, las cuatro misioneras, por la calle principal del puerto, fueron acompañadas a la Parroquia por una considerable cantidad de gente. Ahí se postraron a los pies del altar, donde se cantó el Te Deum y la salve Regina, dando gracias a Dios y a la Virgen, su madre, por haber llegado finalmente al campo de trabajo, deseado como la tierra prometida”

“Estas monjitas iban vestidas de blanco con esos atuendos rigurosamente cerrados de antaño, aún son recordadas por las personas de más edad: Sor Clotilde, Sor Leonia, Sor Gerarda, Sor Lucía”. La vida y convivencia entre religiosas y personal médico al interior del Hospital era muy llevadera, así lo retrata Sor Augusta Pedrielli, religiosa que llega a trabajar al hospital de Aysén en el año 1964, quien señala la gran admiración de las religiosas hacia el personal médico, la comunión disciplinar entre hermanas y enfermeras como la recordada Sara Mussiet, o la forma en que los médicos consultaban y escuchaban los puntos de vista de las religiosas. Para esos años, década del 60 puntualmente, Sor Augusta señala específicamente el retrato de: Marginalidad, pobreza y miseria. “Se ejercía una medicina familiar al interior del hospital, en donde teníamos que ocuparnos incluso de enseñar a los pacientes a lavarse y asearse, es más, muchas veces tuvimos que ir a limpiar sus propias casas”. Otro punto que hizo necesaria la intervención de las religiosas en el Hospital, era la continua falta de personal médico. Es así como señala sor Augusta, la permanente presencia de las religiosas en los Pabellones, prestando ayuda al médico o como preparadoras del material quirúrgico, literalmente “Sacando punta a las agujas para poder pinchar a los pacientes”, o “sosteniendo la vela para dar luz en las distintas operaciones”.